martes, 31 de marzo de 2009


El Chajá es un ave zancuda del sur de Sudamérica, en especial de Argentina. Su cuerpo de regular tamaño, está recubierto por plumas de color gris plomizo. En su cuello una línea de plumas negras forma un collar, y dos manchas blancas se destacan en el dorso. Sus alas están provistas de espolones, y luce un copete en la nuca. Habita en lugares húmedos, pantanosos o en las orillas de ríos o arroyos. Entra al agua, pero no sabe nadar. Sólo se los caza vivos y en pareja, pues si así no se hiciera, el animalito moriría al ser separado de su compañero. Es tal el cariño que se profesan entre sí los que forman cada pareja, que si uno se enferma, el otro no se aparta de su lado y trata de auxiliarlo en todo momento con mucho cariño. Si llega a morir, no es extraño que al poco tiempo muera el otro también. Construyen el nido ayudándose los dos, y cuando llega el momento de empollar, lo hacen también los dos alternativamente. Una vez nacidos los polluelos, ambos se encargan de ellos: la hembra los cuida y el macho les proporciona alimento y los defiende. Es un ave vigilante, y a la menor señal de peligro, levanta el vuelo y grita: "Chajá!" o "Yahá". De este grito se ha tomado el nombre con que la distinguimos. Vuela a gran altura describiendo círculos y puede mantenerse mucho tiempo en el aire. Persigue a las aves de rapiña, siendo por ello una excelente guardiana de gallineros y rebaños, reemplazando muchas veces al perro. Se domestica con facilidad, llegando a reconocer a su amo y a las personas de la casa. El hombre no la persigue para comer, pues su carne no es comestible. Al cocinarla se transforma, en su mayor parte, en espuma. De aquí el dicho "Pura espuma como el chajá".

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